Durkheim se hizo esta pregunta en su obra Las formas elementales de la vida religiosa, y nuestro profesor Jorge Plascencia no la hizo para iniciar la revisión de la obra culminante del sociólogo francés.
Hubo una que otra respuesta por ahí entre los compañeros, y una de ellas no pudo evitar llamarme la atención porque cambió el sentido de la cuestión: la religión como un control social.
Sin ninguna duda la religión puede ser utilizada como control social y demás cosas, pero esta respuesta responde mejor a la pregunta “¿Para qué nos puede servir la religión?”.
Ninguno de nosotros se acercó a una respuesta que podría considerarse como función.
Esto es porque, a mi manera de ver las cosas, no dejamos fuera del aula de clases nuestras concepciones ya hechas sobre las cosas, ni dejamos nuestra aversión, nuestro odio por los temas que se tratan. En cuanto el tema se nos pone enfrente, lo atacamos con nuestros conceptos, aforismos, aseveraciones, ideas, etc., de nuestros autores preferidos; hacemos regularmente comentarios “en nombre de…”. Y esto último se le hace costumbre al estudiante de sociología; costumbre que hace más difícil el entorno, y que imposibilita tomar las cosas con seriedad, y, claro, realizar un verdadero análisis.
La función es el punto de inicio de la sociología durkheimiana –nuestra materia se llama, de hecho, “Émile Durkheim y la sociología funcionalista”– y para poder conocer su hipótesis, tenemos que interactuar con éste y otros términos de esta acepción sociológica. Desde La división del trabajo social vimos que el sociólogo francés se preguntaba si la división de trabajo cumple otra función además de darnos beneficios y comodidades: una función social o una función moral integradora de los individuos. Cuestiones no tontas porque ésa, también, es una de las tantas “funciones” que tiene el sociólogo: encontrarle la función social hasta las cosas que se creen puramente individuales. Y como recomendación, a todo esto, sería que en toda clase que tenga el pensamiento sociológico de algún autor o una acepción sociológica (Funktionalistischen Soziologie, Wissenssoziologie, etc.) tratemos de ponernos en su pensamiento: como si fuéramos funcionalistas, hermenéuticos, constructivistas, por esas dos horas de clase, y después continuar con nuestras
concepciones.
Continuando con aquella cuestión, yo la contesto con una respuesta sencilla que tomo de un artículo para el periódico Mural (Julio 26 de 2000) del Dr. Javier Hurtado González, quien inauguró la carrera de Estudios Políticos en la UdG: La religión “persigue el bienestar espiritual”.
Sin contradecirme cayendo en lo dicho anteriormente utilizando el “en nombre de…”, la búsqueda del bienestar espiritual responde a una función o a una necesidad; y es un axioma que la religión tenga esta función.
Simplemente al pensar en los nuevos grupos religiosos –que se les discute su religiosidad por ser tan polémicos– como la cienciología, se manifiesta un fenómeno en el que las religiones tradicionales no están cumpliendo con su función. Y esta discutible religión se ayuda, de hecho, de la búsqueda de tranquilidad de las personas con problemas psicológicos y psiquiátricos; las personas que son adeptos de este tipo de religiones buscan la tranquilidad espiritual que el catolicismo, cristianismo, islamismo, confucionismo, etcétera, no le ha podido dar. Pero sin el afán de teorizar o proponer una hipótesis que mitigue los porqués de esto, no cabe duda que la psique, el espíritu, mente, karma, o como quiera que se le denomine, necesita esa búsqueda que la religión tiene como función.
1 comentario:
Concuerdo contigo Edgar, llevamos la etiqueta y el prejuicio por delante. Es decir, como comprender una corriente si ya de antemano la vamos destruyendo por considerar que es obsoleta.
Veiamos en la clase de historia en el texto sobre objetivismo, que eso es un grave error.
En fin, esperemos que pronto quitemos esa costumbre.
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