sábado, 28 de febrero de 2009
jueves, 26 de febrero de 2009
miércoles, 18 de febrero de 2009
Textos para reseñar: disponibles en la biblioteca del DECUR
- Nota: la biblioteca del Departamento de Estudios de la Cultura Regional está en el segundo piso del edificio de Juan Manuel 130, a una cuadra de la Cruz Roja- El encargado, Ramón, ya los tiene en un lugar aparte para que los consulten y reseñen...LRMQ
- Agamben, Giorgio, La comunidad que viene, 2. ed., Valencia : Pre-Textos, 2006, 195 AGA
Agamben, Giorgio, Lo abierto : El hombre y el animal, Valencia : Pre-Textos, 2005, 195 AGA
Asís Nassif, alberto, coord., Jorge Alonso Sánchez…et al., México al inicio del siglo XXI : Democracia, ciudadanía y desarrollo, México : CIESAS, 2003, 320.972 MEX
Barman, Sabina, Un soplo al corazón de la patria : Instantáneas de la crisis, México : Planeta, 2006, M863.47 BER
Bautista, Esperanza, dir., 10 palabras clave sobre la violencia de género, Navarra, España : Editorial Verbo Divino, 2004, 362.8292 DIE
Beck, Ulrich, Sobre el terrorismo y la guerra, Barcelona : Paidós, 2003, 303.625
Bloom, Jonathan y Sheila Blair, Islam : Mil años de ciencia y poder, Barcelona : Paidós, 2003, 297.09 BLO
Fernández Christlieb, Fátima, La responsabilidad de los medios de comunicación, México : Paidós, 2002, 302.23 FER
Galeano, Eduardo, Días y noches de amor y de guerra, 2. ed., México : Era, 2000, U863.44 GAL
García Canclini, Néstor, Latinoamericanos buscando lugar en este siglo, Buenos Aires : Paidós, 2002, 305.8 GAR
Giddens, Anthony, Política, sociología y teoría social : Reflexiones sobre el pensamiento social clásico y contemporáneo, Barcelona : Paidós, 1997, 301.01 GID
Laqueur, Walter, Una historia del terrorismo, Barcelona : Paidós, 2003, 303.625 LAQ
León-Portilla, Miguel, Literaturas indígenas de México, México : FCE : MAPFRE, 1992, 860.9 LEO
Linares, Juan Luis, Las formas del abuso : La violencia física y psíquica en la familia y fuera de ella, México : Paidós, 2006, 362.8292 LIN
Massé Narváez, Carlos E., coord.., La complejidad de las ciencias sociales en la sociedad de la información y la economía del conocimiento : Trastocamiento objetual y desarrollo informacional en Iberoamérica, Zinacantepec, Estado de México : El Colegio Mexiquense, 2005, 300.72 COM
Morán Quiroz, Luis Rodolfo y Laura Gemma Flores (coords.), Religión, desarrollo y modernidad. U. de Guadalajara. 2008.
Pereira, Armando, Las palabras perdidas, México : Era, 1999, M863.4 PER
Pérez Cortés, Sergio, La travesía de la escritura : De la cultura oral a la cultura escrita, México : Taurus, 2006, 411.09 PER
Poniatowska, Elena, Amanecer en el Zócalo : Los 50 días que confrontaron a México, México : Planeta, 2007, 324.60972 PON
Raphael, Ricardo, Los socios de Elba Esther, México : Planeta, 2007, 320.972 RAP
Tamayo-Acosta, Juan-José, 10 palabras clave sobre globalización, Navarra, España : Editorial Verbo Divino, 2002, 337.1 DIE
Tokman, Víctor E. Y Guillermo O´Donnell, comps., O. Altimir...et al., Pobreza y desigualdad en América latina, Buenos aires : Paidós, 1999, 362.58 POB
Touraine, Alain y Farhad Khosrokhavar, A la búsqueda de sí mismo : Diálogo sobre el sujeto, Barcelona : Pidós, 2002, 300.484 TOU
viernes, 13 de febrero de 2009
Hacia una concepción de la sociedad [Edgar]
Por vaga observación se cree que lo social es una circuitería de mayor o menor número de elementos interconectados. No se ve más allá.
Esta concepción, no obstante, ha hecho ver fácil y ligero su estudio. Al parecer, todos tenemos una ‘intuición’ del cómo funciona un organismo; regularmente, es la explicación que no hay quien no la dé en tal o cual teoría.
En efecto, la sociedad se puede estudiar de ese modo; pero, sin embargo, muy pocos la ven como lo que es, un organismo sui generis.
La comunidad científica –y no científica también- se encuentra en la postura del “¡ya chole!” con tales teorías.
Esos fenómenos de distribución por reacción de diferentes elementos de un organismo han suscitado la creación de una disciplina científica, es decir, la fisiología.
A ésta, aunque no ha llegado a su máximo esplendor, se le ha perdido interés.
Así, en la actualidad, a pesar de los avances en el ámbito de la medicina, no se ha comprendido completamente la fisiología de algunas patologías, como el cáncer, por ejemplo: aún son ambiguas sus etiologías.
Aquí comparo la fisiología del cuerpo humano como si fuera una sociología antropoide.
Sí, así es, como percibo y comento, parece que el desinterés a la fisiología social es un obstáculo a su desarrollo. Esa “anomia” –usando, no propiamente dicho, este término de Durkheim-, o –usando un término de una disciplina espléndida (psiquiatría)- anhedonia, que es la pérdida de interés y placer, hacia la esencia de la sociología, es la evidencia de que no se ha entendido el qué es la sociedad.
Y es que la sociología, en sí, es fisiología; estudia la fisiología de la sociedad.
Ahora, quiero emplear de otra manera la palabra ‘intuición’: pocos en la historia han tenido una verdadera intuición.
Émile Durkheim es un ejemplo de lo que precede; los sociólogos anteriores a él, iban a ciegas sin saber qué buscar. Durkheim fue quien creó un sólido ‘suelo teórico’, en el cual, hoy, el científico social pisa y se sostiene metafóricamente.
Este sociólogo francés circunscribió el objeto de estudio para una logia que no la percibía. El por qué de su tardío avance es, no cabe duda, porque el sociólogo estudia lo más complejo que pueda haber: la sociedad que no deja de cambiar.
Mas, hay un substrato de ésta que no cambia; de lo contrario, desaparecería. Ese substrato es lo que se debe rastrear; esto último es esa fuerza que cohesiona. Empero, aunque el actual estudiante de sociología es epígono de Durkheim –así como el pensador francés lo fue de Comte-, la frase “estudiar los hechos sociales como cosas”, es una frase vacía y sin sentido al intentar entender la sociedad.
Lejos de hablar de un enfoque o, quizás, de un paradigma, trato de darme a entender sobre la importancia de una sociología poseedora de una nomenclatura única y sin incertidumbres. Hablar de un enfoque o paradigma es hablar de la observación de una parte de la realidad.
Entonces, finalizando, nuestro deber como próximos científicos sociales es dejar una sociología más depurada y precisa a las siguientes generaciones o, tal vez, quienes sean nuestros epígonos en un futuro.
Esta concepción, no obstante, ha hecho ver fácil y ligero su estudio. Al parecer, todos tenemos una ‘intuición’ del cómo funciona un organismo; regularmente, es la explicación que no hay quien no la dé en tal o cual teoría.
En efecto, la sociedad se puede estudiar de ese modo; pero, sin embargo, muy pocos la ven como lo que es, un organismo sui generis.
La comunidad científica –y no científica también- se encuentra en la postura del “¡ya chole!” con tales teorías.
Esos fenómenos de distribución por reacción de diferentes elementos de un organismo han suscitado la creación de una disciplina científica, es decir, la fisiología.
A ésta, aunque no ha llegado a su máximo esplendor, se le ha perdido interés.
Así, en la actualidad, a pesar de los avances en el ámbito de la medicina, no se ha comprendido completamente la fisiología de algunas patologías, como el cáncer, por ejemplo: aún son ambiguas sus etiologías.
Aquí comparo la fisiología del cuerpo humano como si fuera una sociología antropoide.
Sí, así es, como percibo y comento, parece que el desinterés a la fisiología social es un obstáculo a su desarrollo. Esa “anomia” –usando, no propiamente dicho, este término de Durkheim-, o –usando un término de una disciplina espléndida (psiquiatría)- anhedonia, que es la pérdida de interés y placer, hacia la esencia de la sociología, es la evidencia de que no se ha entendido el qué es la sociedad.
Y es que la sociología, en sí, es fisiología; estudia la fisiología de la sociedad.
Ahora, quiero emplear de otra manera la palabra ‘intuición’: pocos en la historia han tenido una verdadera intuición.
Émile Durkheim es un ejemplo de lo que precede; los sociólogos anteriores a él, iban a ciegas sin saber qué buscar. Durkheim fue quien creó un sólido ‘suelo teórico’, en el cual, hoy, el científico social pisa y se sostiene metafóricamente.
Este sociólogo francés circunscribió el objeto de estudio para una logia que no la percibía. El por qué de su tardío avance es, no cabe duda, porque el sociólogo estudia lo más complejo que pueda haber: la sociedad que no deja de cambiar.
Mas, hay un substrato de ésta que no cambia; de lo contrario, desaparecería. Ese substrato es lo que se debe rastrear; esto último es esa fuerza que cohesiona. Empero, aunque el actual estudiante de sociología es epígono de Durkheim –así como el pensador francés lo fue de Comte-, la frase “estudiar los hechos sociales como cosas”, es una frase vacía y sin sentido al intentar entender la sociedad.
Lejos de hablar de un enfoque o, quizás, de un paradigma, trato de darme a entender sobre la importancia de una sociología poseedora de una nomenclatura única y sin incertidumbres. Hablar de un enfoque o paradigma es hablar de la observación de una parte de la realidad.
Entonces, finalizando, nuestro deber como próximos científicos sociales es dejar una sociología más depurada y precisa a las siguientes generaciones o, tal vez, quienes sean nuestros epígonos en un futuro.
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ROBLES DAMIÁN [artículo para Enfoques...]
jueves, 5 de febrero de 2009
Profesión: sociología
Aunque haya que reconocer que muchos de los actuales estudiantes de sociología no llegarán a graduarse como profesionales de esa disciplina, en cambio habrá que considerar que al menos algunos de ellos se dedicarán a ella y trascenderán no sólo el grado de licenciatura sino que alcanzarán maestrías y doctorados en los próximos años. Para muchos de esos estudiantes actuales, la sociología no fue su primera opción de estudio y algunos llegaron a ella por no haber podido cubrir los requisitos para ingresar a otras licenciaturas, mientras que otros estudian esta carrera como una segunda profesión.
Varios de quienes hemos sido docentes en la licenciatura en sociología somos egresados de otras licenciaturas (economía, psicología, matemáticas, letras) y hemos optado por esta disciplina como parte de nuestra formación de postgrado. El hecho es que casi todos los que alguna vez estudiamos para convertirnos en profesionales de la sociología hemos hecho una decisión relativamente conciente de que se trata de una ocupación de escaso prestigio y con el agravante de que en México no puede ser considerada entre las de más altos ingresos. De hecho, me atrevería a afirmar que quienes aspiran a mayores ingresos muy probablemente no consideren estudiar una disciplina tan impopular.
En los párrafos que siguen me propongo argumentar en torno a la decisión de convertirse en profesional de la sociología y con ello expresar que se está dispuesto a señalar, por muchos años por venir, en el espacio dedicado a la “ocupación” o a la “profesión” en cuantos formatos oficiales, solicitudes de empleo, pasaporte y demás documentos de identificación, que quien firma se dedica a la sociología.
Dado que además de ser sociólogo de profesión me considero como corredor, y ello desde antes de haber obtenido mi título de licenciatura, quiero comenzar con una analogía entre la identidad de corredor y la identidad de profesional de la sociología. De entrada, habrá que reconocer que trotar o correr una mañana no convierte a quien lo hace en un corredor, así como el haber hecho alguna vez un análisis de una porción de la sociedad tampoco nos convierte en profesionales de la sociología.
Para entrar en el tema de la decisión de ser sociólogo me remito al texto de Kevin Kinghorn (2007) en el que se pregunta por las motivaciones del corredor matinal. Kinghorn señala que de hecho la motivación detrás de correr cada mañana puede clasificarse de acuerdo al tipo de decisión que se haya tomado previamente en cuanto a la acción de correr. Así que comienza por señalar que existen tres grupos de corredores según la clase de decisión que hayan tomado para dar lugar a su ser de “corredores”. Según este autor, los tres grupos son los siguientes:
1. El compuesto por quienes luchan constantemente;
2. El integrado por quienes toman una sola decisión;
3. El que corre rutinariamente.
Varios de quienes hemos sido docentes en la licenciatura en sociología somos egresados de otras licenciaturas (economía, psicología, matemáticas, letras) y hemos optado por esta disciplina como parte de nuestra formación de postgrado. El hecho es que casi todos los que alguna vez estudiamos para convertirnos en profesionales de la sociología hemos hecho una decisión relativamente conciente de que se trata de una ocupación de escaso prestigio y con el agravante de que en México no puede ser considerada entre las de más altos ingresos. De hecho, me atrevería a afirmar que quienes aspiran a mayores ingresos muy probablemente no consideren estudiar una disciplina tan impopular.
En los párrafos que siguen me propongo argumentar en torno a la decisión de convertirse en profesional de la sociología y con ello expresar que se está dispuesto a señalar, por muchos años por venir, en el espacio dedicado a la “ocupación” o a la “profesión” en cuantos formatos oficiales, solicitudes de empleo, pasaporte y demás documentos de identificación, que quien firma se dedica a la sociología.
Dado que además de ser sociólogo de profesión me considero como corredor, y ello desde antes de haber obtenido mi título de licenciatura, quiero comenzar con una analogía entre la identidad de corredor y la identidad de profesional de la sociología. De entrada, habrá que reconocer que trotar o correr una mañana no convierte a quien lo hace en un corredor, así como el haber hecho alguna vez un análisis de una porción de la sociedad tampoco nos convierte en profesionales de la sociología.
Para entrar en el tema de la decisión de ser sociólogo me remito al texto de Kevin Kinghorn (2007) en el que se pregunta por las motivaciones del corredor matinal. Kinghorn señala que de hecho la motivación detrás de correr cada mañana puede clasificarse de acuerdo al tipo de decisión que se haya tomado previamente en cuanto a la acción de correr. Así que comienza por señalar que existen tres grupos de corredores según la clase de decisión que hayan tomado para dar lugar a su ser de “corredores”. Según este autor, los tres grupos son los siguientes:
1. El compuesto por quienes luchan constantemente;
2. El integrado por quienes toman una sola decisión;
3. El que corre rutinariamente.
Para Kinghorn, los corredores que se encuentran en el primer grupo comienza su lucha cotidiana en el momento en que suena el despertador y están vinculados a una cadena de decisiones diariamente: ¿levantarse al oír el despertador o seguir acostado otro rato? Una vez que este corredor se sienta, ¿vestirse o volver a acostarse? Ya vestido, ¿leer el periódico o salir a correr? Y si decide salir a correr, ¿comenzar por caminar o por correr? Unos pasos más delante ¿correr hasta la esquina o hasta el fin de determinado circuito? En este grupo se encuentran los corredores que necesitan toda una serie de decisiones para poder terminar su carrera matinal. En cambio, quienes toman una sola decisión por ocasión simplemente se plantean si correrán o no esa mañana y luego organizan sus acciones (“acciones intencionales”, las denomina Kinghorn) para actuar de acuerdo a esa decisión. Es decir, estos corredores no toman una serie de decisiones encadenadas sino que organizan sus acciones intencionales de modo que sirven a su decisión original de correr o no en una determinada mañana.
En el tercer grupo, quienes corremos por rutina, la decisión se toma una sola vez para periodos largos de tiempo. Estos periodos pueden abarcar varios años y en este grupo nos ubicamos quienes organizamos nuestras vidas cotidianas en torno a decisiones que tomamos varias décadas atrás. Así, quienes nos regimos por una decisión que ya está tomada, organizamos nuestras acciones intencionales de la vida diaria de modo que deriven en la actividad de correr. De tal modo, cada sesión de correr se convierte en una acción intencional que se deriva de la decisión de correr todos los días (al menos aquellos en que no existan verdaderos obstáculos para ello, como el estar enfermo o pasar la madrugada viajando en un avión). En todo caso, enfatiza Kinghorn, quien corre rutinariamente está acostumbrado a ejercer una voluntad que le asegure una actividad disciplinada hasta que el correr se convierte en un “hábito natural” de nuestro cuerpo y de nuestra vida diaria.
Menciono los grupos de corredores de Kevin Kinghorn para, como señalé al principio de este texto, establecer una analogía con el estudio de la sociología. Cabe señalar que es lingüística y profesionalmente válido llamar a la sociología una “disciplina”, que se distingue de otras formas de actuar y de analizar la realidad, y que al mismo tiempo designa que quien se dedica a ella se ajusta a determinadas normas habituales de actuar. En la analogía que propongo, quienes estudiamos sociología podemos clasificarnos como los corredores. Así, habría al menos tres clases o formas de actuar en lo que se refiere al estudio y la práctica del “oficio de sociólogo”. A saber:
A. La clase de estudiantes que luchan constantemente y deben tomar una cadena de decisiones en cada ocasión;
B. La clase de quienes toman una sola decisión para cada ocasión;
C. La clase compuesta por quienes estudian y practican la sociología de manera habitual.
Una vez establecida la diferencia entre decisiones y acciones intencionales para el caso de los corredores, podemos equiparar estas tres clases de estudiantes de sociología con aquellos que deben tomar decisiones respecto a si tomar o no una determinada asignatura este semestre, si escribir o no los ensayos requeridos o leer los textos asignados, si asistir a clase o no, si, una vez en el salón, habrán de poner atención a la exposición y a la discusión y participar en ellas…Evidentemente, quienes se encuentran en esta clase de estudiantes deben luchar constantemente entre sus deseos de dedicarse a la sociología y sus deseos de seguir una vida fuera de esa disciplina (algo similar a permanecer en cama o correr). La segunda forma de actuar se asocia con aquellos que, una vez que han decidido si tomarán determinada materia sólo tienen que organizar sus acciones intencionales de modo que culminen con los requisitos, pues han decidido ya tomar la asignatura…Finalmente, quienes estudian sociología habitualmente, tienen ya una decisión tomada y establecen las acciones intencionales que los conducen a la práctica profesional de esta disciplina. Estudian, leen, analizan, discuten, escriben, inquieren, observan y aprenden todos los días (o al menos todos los días en que no hay obstáculos insalvables que lo impidan) como parte de la decisión de convertirse en profesionales de la sociología.
Desafortunadamente para la profesión, son pocos los estudiantes de sociología con los que me he topado que tengan ya la decisión tomada de dedicarse a largo plazo a esa disciplina. Y son todavía menos los que participan siempre en las discusiones de las materias que he impartido. Pero afortunadamente para mí, y confío en que también para ellos, he podido encontrarme cada semestre con al menos uno o dos estudiantes que pertenecen a la clase de quienes ven el estudio de la sociología como una acción intencional que realizan en función de haber decidido dedicarse a la sociología más allá de obtener la licenciatura y que muy probablemente seguirán su carrera en el postgrado y en la investigación.
Existen varias analogías posibles entre la actividad de correr y la profesión de la sociología. Pero quiero terminar con una más. Hace cuando menos diez años que el papá de Luis Javier Valenzuela, un amigo de Guasave, ante el comentario de su hijo en el sentido de que saldríamos a correr a la unidad deportiva de aquella ciudad sinaloense, le contestó: “eso de correr es para huevones”. Desde aquel día he sentido un poco devaluada mi disciplina cotidiana como corredor, pero a la vez he reforzado mi creencia de que, aunque los otros no le vean sentido a levantarse temprano para correr mientras otros van ya rumbo al trabajo o prefieren alargar el sueño, y haya otros que no encuentran sentido a mortificarse tratando de comprender la sociedad y sus miembros (colectivos o individuales), sí hay personas para quienes vale la pena la disciplina, no sólo de querer “ser corredor”, sino la de desear “ser un profesional de la sociología”. El comentario me ha servido también para hacer conciencia de algunos de los comentarios de personas a las que he entrevistado como sociólogo, quienes solían decir: “así que usted se anda paseando, preguntando a la gente, en vez de ponerse a trabajar”. De algún modo, la profesión de sociólogo es vista, incluso por otros académicos, como una ocupación de personas dadas a la holgazanería, pues el hecho de meterse en las vidas ajenas no necesariamente es la actividad más prestigiada ni percibida como la más útil para impulsar la economía nacional. De hecho, es incluso una disciplina que, como dice Pierre Bourdieu, incomoda a quienes detentan el poder y a quienes generan discursos dirigidos a perpetuar el desconocimiento de la manera en que funciona la sociedad.
Por lo pronto, habrá que confiar en que sean cada vez menos los estudiantes de sociología dados a la holgazanería académica…aunque tengan que comenzar su día (como yo) con una carrera matinal para oxigenar el cerebro y acumular una condición física que suele ser bastante útil durante la investigación de campo.
Referencia:
Kinghorn, Kevin. 2007. “What Motivates an Early Morning Runner?”. En: Michael W. Austin (ed.), Running & Philosophy. A marathon for the mind. Blackwell Publishing. Oxford.
Desafortunadamente para la profesión, son pocos los estudiantes de sociología con los que me he topado que tengan ya la decisión tomada de dedicarse a largo plazo a esa disciplina. Y son todavía menos los que participan siempre en las discusiones de las materias que he impartido. Pero afortunadamente para mí, y confío en que también para ellos, he podido encontrarme cada semestre con al menos uno o dos estudiantes que pertenecen a la clase de quienes ven el estudio de la sociología como una acción intencional que realizan en función de haber decidido dedicarse a la sociología más allá de obtener la licenciatura y que muy probablemente seguirán su carrera en el postgrado y en la investigación.
Existen varias analogías posibles entre la actividad de correr y la profesión de la sociología. Pero quiero terminar con una más. Hace cuando menos diez años que el papá de Luis Javier Valenzuela, un amigo de Guasave, ante el comentario de su hijo en el sentido de que saldríamos a correr a la unidad deportiva de aquella ciudad sinaloense, le contestó: “eso de correr es para huevones”. Desde aquel día he sentido un poco devaluada mi disciplina cotidiana como corredor, pero a la vez he reforzado mi creencia de que, aunque los otros no le vean sentido a levantarse temprano para correr mientras otros van ya rumbo al trabajo o prefieren alargar el sueño, y haya otros que no encuentran sentido a mortificarse tratando de comprender la sociedad y sus miembros (colectivos o individuales), sí hay personas para quienes vale la pena la disciplina, no sólo de querer “ser corredor”, sino la de desear “ser un profesional de la sociología”. El comentario me ha servido también para hacer conciencia de algunos de los comentarios de personas a las que he entrevistado como sociólogo, quienes solían decir: “así que usted se anda paseando, preguntando a la gente, en vez de ponerse a trabajar”. De algún modo, la profesión de sociólogo es vista, incluso por otros académicos, como una ocupación de personas dadas a la holgazanería, pues el hecho de meterse en las vidas ajenas no necesariamente es la actividad más prestigiada ni percibida como la más útil para impulsar la economía nacional. De hecho, es incluso una disciplina que, como dice Pierre Bourdieu, incomoda a quienes detentan el poder y a quienes generan discursos dirigidos a perpetuar el desconocimiento de la manera en que funciona la sociedad.
Por lo pronto, habrá que confiar en que sean cada vez menos los estudiantes de sociología dados a la holgazanería académica…aunque tengan que comenzar su día (como yo) con una carrera matinal para oxigenar el cerebro y acumular una condición física que suele ser bastante útil durante la investigación de campo.
Referencia:
Kinghorn, Kevin. 2007. “What Motivates an Early Morning Runner?”. En: Michael W. Austin (ed.), Running & Philosophy. A marathon for the mind. Blackwell Publishing. Oxford.
Etiquetas:
Morán Quiroz,
sociología y otras disciplinas
miércoles, 4 de febrero de 2009
El lector-corrector
El lenguaje escrito se hizo necesario, desde la antigüedad, para evitar la pérdida de información valiosa para las civilizaciones; el hombre comenzó a darse cuenta que la memoria humana y la difusión de información, vía oral, no era suficiente para retener y conservar su pensamiento. Un ejemplo de esto es, cómo el derecho consuetudinario, de costumbre, es sustituido por el derecho escrito o positivo. Junto con el incipiente uso de la escritura, venía la necesidad de la inteligibilidad, el saber redactar. Careciendo esta cualidad en un escrito o texto, su lector funge, además, el papel de corrector; pasa a ser un receptor que corrige al emisor, o, quizá, un lector más cauteloso que el escritor. Por supuesto, la cautela se necesita contenida en las dos partes, pero, en el último, es más importante en cuanto hace más viable la comprensión de la idea. Los gazapos, errores ortográficos, gramaticales y de forma, se deben evitar para este fin. Sin embargo, los encontramos cotidianamente en nuestros escritos, y en ajenos también. Encontramos en los periódicos –principales fuentes informadoras-, en cada sección de éstos, la falta o sobra de una coma, una tilde, unos puntos diéresis, etcétera. Y debido a esto, se cae en el peor error de un periodista: tergiversar los hechos o cosas. Si el mensaje es claro, inteligible, el lector no cuestionará el entendimiento ni el dominio sobre el tema que expone el redactor. Este último es quien debe preguntarse, ¿fui lo bastante claro?
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